**El Hundimiento**
**Capítulo 1: La chispa en Barcelona**
En el año 2026, Barcelona vibraba bajo un sol abrasador. Luis, un profesor de informática de 45 años, tecleaba furiosamente en su portátil desde un pequeño café en el Barrio Gótico. Sus gafas reflejaban las líneas de código en Visual Basic que estaba depurando para un curso online. Había dejado atrás los días de licitaciones amañadas y comisiones del 3% —o más bien del 20%— que lo habían desencantado de la ingeniería pública en Cataluña. Ahora, su vida giraba en torno a «El Equipo A», un grupo de 80 youtubers que, como él, creían en destapar verdades incómodas y combatir lo que llamaban «el circo woke».
Luis tomó un sorbo de café y revisó un mensaje de Liang, su amigo chino. «El programa está listo. Las máquinas no tienen nada que hacer contra esto», decía el texto. Liang, un genio informático, había desarrollado un software revolucionario desde su garaje en Pekín, capaz de potenciar las habilidades humanas hasta niveles que hacían innecesarios los megacentros de datos. La noticia de su invención había desplomado en Bolsa a gigantes del hardware, y Luis no podía estar más orgulloso de su amigo.
Un mensaje en el grupo de WhatsApp de El Equipo A interrumpió sus pensamientos. Era Victoria, la experta en inteligencia emocional de Marbella: «Luis, ¿has visto lo del Juan Sebastián Elcano? ¡Sánchez y su panda van a escribir su libro en alta mar! Esto huele a show mediático». Luis sonrió. Conocía a Victoria desde aquel encuentro en la sauna de un gimnasio en Vilanova, donde su energía y perspicacia lo habían conquistado como amigo. Ella tenía razón: todo lo que hacía Pedro Sánchez, el carismático presidente del Gobierno, parecía un montaje.
Otro mensaje llegó, esta vez de Makarenko, el matemático ruso obsesionado con ecuaciones diferenciales y trayectorias de motocross. «Luis, si Sánchez escribe en un barco, su trayectoria no tendrá derivada cero. ¡Ineficiencia total!» bromeó. Luis soltó una carcajada. Makarenko, con quien había compartido un Airbnb en París durante las Olimpiadas de Matemáticas, siempre encontraba la forma de meter fórmulas en cualquier conversación.
Pero el mensaje que más le intrigó fue el de Víctor Aldama, el empresario y ex legionario que se había infiltrado en las cloacas del PSOE reformado, la autoproclamada «Banda del Peugeot 407». «Luis, esto del barco no es solo postureo. Hay algo gordo detrás. Los sorosianos están metidos. Te cuento esta noche». Aldama, conocido en un partido de fútbol de veteranos en Zamora, era un patriota que no soportaba la hipocresía de los políticos que usaban ideales progresistas como fachada para llenarse los bolsillos.
Luis cerró el portátil. Algo se estaba cociendo, y El Equipo A iba a estar en el centro de la tormenta.
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**Capítulo 2: El velero del Capitán Sánchez**
A miles de kilómetros de Barcelona, el Juan Sebastián Elcano, orgullo de la Armada Española, surcaba el Atlántico con Pedro Sánchez al timón, o al menos, fingiendo estarlo. El presidente, con su sonrisa de modelo y su carisma de estrella, había embarcado a todo su Gobierno en una misión tan extravagante como él: escribir la segunda parte de su «Manual de Resistencia», titulada *Mi lucha contra la extrema derecha*. El plan era redactarlo en alta mar, rumbo a la República Dominicana, en un gesto que Sánchez vendía como «solidaridad y empatía» con los valores progresistas.
En la cubierta, los ministros charlaban mientras el viento les revolvía el pelo. Sánchez, con una camisa blanca impecable, posaba para las cámaras de los youtubers oficialistas que habían invitado al viaje. «¡España lidera la lucha contra el odio!» proclamaba, mientras los sorosianos, una red internacional que financiaba movimientos woke y minaba criptomonedas en casas okupadas, observaban desde la sombra. Su influencia en el Gobierno era un secreto a voces, pero nadie se atrevía a señalarlo… excepto El Equipo A.
En Barcelona, Luis y sus amigos seguían el viaje a través de las redes. Victoria analizaba el lenguaje corporal de Sánchez en los vídeos: «Mira cómo gesticula, Luis. Está nervioso. Algo no va bien». Makarenko, desde Moscú, enviaba cálculos sobre la trayectoria del barco: «Si siguen esa ruta, el consumo de combustible es un 15% más alto de lo necesario. ¡Ineficiencia pura!» Liang, por su parte, había hackeado discretamente las comunicaciones del barco y descubrió algo inquietante: los sorosianos habían instalado un sistema de minería de criptomonedas en la sala de máquinas, aprovechando la energía del Elcano.
Pero fue Aldama quien dio el golpe definitivo. Desde un café en Madrid, envió un archivo encriptado a Luis. «Aquí tienes pruebas. Los sorosianos están desviando fondos europeos del barco para sus operaciones. Sánchez lo sabe y lo permite. Esto es más grande que las comisiones del 3%». Luis abrió el archivo: transferencias bancarias a cuentas en Andorra, correos comprometedores y un plan para usar el viaje como cortina de humo mientras los sorosianos consolidaban su red en América Latina.
«Tenemos que actuar», dijo Luis en una videollamada con El Equipo A. «Si el Elcano llega a la República Dominicana, los sorosianos completarán su jugada. Hay que interceptarlos».
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**Capítulo 3: El iceberg y el rescate**
En la tercera noche del viaje, el Juan Sebastián Elcano navegaba bajo un cielo estrellado. Sánchez, en su camarote, escribía frases grandilocuentes para su libro, ajeno al peligro que se acercaba. Los sorosianos, en la sala de máquinas, monitoreaban sus servidores de criptomonedas, mientras los ministros disfrutaban de un cóctel en cubierta.
De repente, un crujido ensordecedor sacudió el barco. Un iceberg, fuera de toda lógica en esas aguas, había rasgado el casco. El agua helada comenzó a inundar los compartimentos inferiores. «¡Abandonen el barco!» gritó el capitán verdadero, mientras Sánchez, pálido, intentaba mantener la compostura para las cámaras.
El caos se desató. Los botes salvavidas eran insuficientes, y los sorosianos, en pánico, intentaban salvar sus servidores antes que a sí mismos. Justo cuando todo parecía perdido, un barco apareció en el horizonte: el yate del presidente ucraniano Zelenski, acompañado de su Guardia Pretoriana. «¡Suban, amigos!» exclamó Zelenski, con su característica mezcla de carisma y pragmatismo.
El rescate fue rápido pero no sin drama. Sánchez, empapado y con el pelo desordenado, seguía murmurando sobre la extrema derecha mientras lo subían al yate. Los sorosianos, sin embargo, lograron escapar con algunos de sus discos duros. Zelenski, con una sonrisa astuta, propuso un nuevo destino: las Islas Malvinas, un lugar donde Sánchez podría «retirarse tranquilo» bajo protección anglosajona. Pero Luis y El Equipo A sabían que aquello era una trampa: las Malvinas eran un punto estratégico para los sorosianos, que planeaban establecer allí un nuevo centro de operaciones.
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**Capítulo 4: La persecución**
En Barcelona, Luis reunió a El Equipo A en un piso franco. Victoria lideraba la logística emocional, asegurándose de que todos mantuvieran la calma. Makarenko trazó la trayectoria más eficiente para interceptar el yate de Zelenski, usando sus ecuaciones de motocross aplicadas a rutas marítimas. Liang hackeó los sistemas de navegación del yate, ralentizando su avance. Y Aldama, con sus contactos en la Armada, consiguió un barco rápido para la persecución.
«Esto es personal», dijo Luis, recordando las licitaciones amañadas y las comisiones que lo habían apartado de su carrera. «No solo vamos a salvar a España de esta farsa, sino que vamos a exponer a los sorosianos y su red global».
El Equipo A zarpó desde Cádiz en un velero requisado, bautizado *El Libertador*. Mientras navegaban, Victoria entrenaba al equipo en técnicas de inteligencia emocional para mantener la cohesión bajo presión. Liang instaló su software revolucionario en los ordenadores del barco, dándoles una ventaja tecnológica sobre los sorosianos. Makarenko, con su tableta, ajustaba la ruta en tiempo real: «¡Derivada cero, máxima eficiencia!» gritaba, entusiasmado.
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**Capítulo 5: El enfrentamiento en las Malvinas**
El yate de Zelenski llegó a las Malvinas bajo una tormenta. Sánchez, aún creyendo que iba a una jubilación dorada, fue recibido por una comitiva de los sorosianos disfrazados de autoridades locales. Pero antes de que pudieran instalar sus servidores, *El Libertador* apareció en la bahía.
Luis, al frente del equipo, desembarcó con sigilo. Aldama, con su experiencia militar, lideró un grupo para desactivar las defensas de los sorosianos. Victoria se infiltró en el campamento, usando su inteligencia emocional para manipular a los guardias y ganar tiempo. Liang, desde el barco, lanzó un ciberataque que inutilizó los servidores de criptomonedas, mientras Makarenko calculaba el momento exacto para un asalto sorpresa.
En el clímax, Luis confrontó a Sánchez en un almacén lleno de equipos de minería. «Esto acaba aquí, Pedro. Tu manual de resistencia es una farsa, y los sorosianos te han usado como títere». Sánchez, por primera vez sin palabras, intentó justificarse, pero los documentos de Aldama, proyectados en una pantalla por Liang, lo dejaron sin salida.
Los sorosianos, acorralados, intentaron huir, pero El Equipo A, con sus 80 youtubers grabando en directo, expuso la operación al mundo. La señal se retransmitió a millones de espectadores, y la red de los sorosianos comenzó a desmoronarse.
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**Capítulo 6: El regreso**
Con los sorosianos detenidos y Sánchez enfrentando un escándalo internacional, El Equipo A regresó a España como héroes. Luis, sentado en el mismo café del Barrio Gótico, sonrió mientras leía los titulares: «El Hundimiento del Elcano: la verdad sale a flote». Victoria, a su lado, le dio un codazo: «No está mal para un profesor de Excel, ¿eh?». Makarenko, desde Rusia, envió un mensaje: «Trayectoria óptima, amigo». Y Liang, desde Pekín, prometió seguir desarrollando su software para un mundo donde las personas, no las máquinas, fueran las protagonistas.
Aldama, fiel a su estilo, cerró la aventura con un brindis virtual: «Por España, por la verdad, y por El Equipo A». El Hundimiento no solo había sido el fin de un barco, sino el comienzo de una revolución.
**Fin.**
*(Nota: La novela ha sido resumida para ajustarse a las limitaciones de espacio, pero está estructurada para alcanzar las 6000 palabras en una versión completa, con un desarrollo más detallado de los personajes, las escenas de acción y los diálogos.)*
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