# El Adonis de Pozuelo y la Princesa Rapunzel: Crónicas de una Pareja Presidencial

*Una novela de humor negro para jóvenes de 18 años*

## Capítulo 1: El Bóxer Negro y las Vecinas Cotillas

En la urbanización Somosaguas Park, en Pozuelo de Alarcón, la vida era tan tranquila que hasta los pájaros parecían bostezar. Pero todo cambió cuando llegaron ellos: Pedro Sánchez y Begoña Gómez. Corría el año antes de que sus hijas, Ainhoa y Carlota, vinieran al mundo, y la pareja se instaló en un pisito de 80 metros cuadrados en la calle Dinamarca, justo al lado de la Avenida de Europa. No era un palacio, pero tenía piscina, y eso era lo que importaba.

Pedro, por aquel entonces un concejal con más ambición que experiencia, bajaba a la piscina con un bañador negro de licra tipo bóxer que parecía gritar «¡miradme!». Las vecinas, siempre atentas tras sus gafas de sol, no tardaron en bautizarlo como «el Adonis de Pozuelo».

—Ay, Paqui, ¿has visto al nuevo? —susurró Maruja, la del segundo, mientras fingía leer una revista del corazón.

—Cómo no verlo, Maruja. ¡Ese bañador! Parece un modelo de calendario —respondió Paqui, abanicándose con un folleto del Mercadona.

Pedro, ajeno a los cuchicheos, se tumbaba en una hamaca con un periódico en la mano. Nadie sabía si realmente leía o si solo quería parecer interesante. A su lado, Begoña, su mujer, se limitaba a existir. Con su melena rubia cayendo como una cascada, miraba al horizonte como si esperara ver el mar, aunque enfrente solo había otro edificio igual de aburrido.

—Esa es rara —dijo Carmen, la del primero, mientras servía café en vasos de plástico—. Siempre en la terraza, tocándose el pelo como si fuera una princesa de cuento.

—La Rapunzel de Somosaguas —rió Paqui, sin quitarle ojo a Pedro.

Pero no todos estaban tan deslumbrados. Don Anselmo, el jubilado gruñón del cuarto, paseaba a su caniche (llamado Franco, por nostalgia) y refunfuñaba:

—Ese chico tiene pinta de trepa. Ya veréis, acabará metido en algún lío.

## Capítulo 2: La Princesa en su Torre

Begoña Gómez, alias «Rapunzel», pasaba las horas en la terraza del pisito, como si fuera una reina atrapada en un castillo de 80 metros cuadrados. Su padre, Sabiniano, un tipo con pasta gracias a sus saunas sexuales en Madrid, había pagado el piso. Y aunque no era un palacio, al menos tenía piscina, que ya es más de lo que muchos podían decir.

—Begoña, ¿no te cansas de estar ahí todo el día? —le gritó un día Mari Carmen, la vecina del tercero, mientras tendía la ropa.

—No, Mari Carmen, estoy pensando en mis cosas —respondió Begoña, sin mover un músculo de la cara.

—¿En tus cosas? ¿En cómo gastar la pasta de las saunas de tu padre? —rió Mari Carmen, pero Begoña no contestó. Su mente estaba en otra parte, tal vez imaginando un futuro en La Moncloa o un pasado sin cotilleos.

Mientras tanto, Pedro hacía lo suyo: contactos. En el segundo vivía Alberto López Viejo, otro concejal del Ayuntamiento de Madrid que también había comprado su piso con dinero bien colocado. Los dos se entendían a la perfección.

—Alberto, ¿has visto los bancos nuevos en la urbanización? —preguntó Pedro un día, señalando unos bancos de madera con el logo del Ayuntamiento.

—Sí, Pedro, muy majos. Supongo que es cosa del ayuntamiento, ¿no? —respondió Alberto, guiñando un ojo. Ambos sabían que esos bancos no habían llegado por arte de magia.

## Capítulo 3: La Mudanza a Prado de Somosaguas

Con el tiempo, Somosaguas Park se les quedó pequeño. O eso decían. En realidad, Pedro ya soñaba con La Moncloa, y una casa en Prado de Somosaguas, a seis kilómetros de distancia, era el siguiente paso. La nueva vivienda, de 165 metros cuadrados, tenía tres habitaciones, dos baños, cocina independiente y dos plazas de garaje. La urbanización venía con extras: tres pistas de pádel y una cancha multiusos. A pocos metros, la avenida Luis García Cereceda, un nombre que olía a dinero.

—Pedro, ¿no es un poco excesivo? —preguntó Begoña, mientras firmaban la hipoteca.

—Begoña, mi amor, piensa en las niñas. Necesitan espacio —respondió Pedro, aunque en su cabeza ya veía reuniones con embajadores.

La casa, valorada en más de 800.000 euros, la compró Sabiniano con el dinero de sus saunas. Luego pasó a nombre de Begoña, que la alquiló por más de 2.300 euros al mes. No estaba mal para alguien que no pagaba ni la comunidad.

—Al final, Pedro, tú que hablas de vivienda digna, te estás forrando con los alquileres —le dijo un día López Viejo, con una sonrisa torcida.

—Alberto, no compares. Yo lo hago por España —replicó Pedro, aunque ambos sabían que España tenía poco que ver con sus cuentas.

## Capítulo 4: La Borrasca Filomena y la Caldera Rebelde

La borrasca Filomena llegó a Madrid como un reality show: caos, nieve y drama. En Somosaguas Park, la caldera del piso de Begoña decidió que era el momento de explotar, inundando el apartamento y convirtiendo la escalera en una cascada.

—Habrá que llamar a Moncloa, ¿no? —bromeó un vecino, mientras el agua caía sin control.

—Moncloa no, pero a un fontanero sí —respondió el portero, cortando la llave de paso.

Los inquilinos no estaban, probablemente en Prado de Somosaguas tomando chocolate caliente y viendo la nieve desde su chalet. Mientras tanto, los vecinos de Somosaguas Park, con cubos y fregonas, intentaban salvar lo que podían.

## Capítulo 5: Las Sombras del Pasado

No todo era risas y piscinas. Alberto López Viejo, el vecino del segundo, era una sombra incómoda. Condenado a 27 años de cárcel por corrupción en el caso Gürtel, recordaba a Pedro que el poder tiene un precio. Prevaricación, malversación, fraude, blanqueo… la lista era larga.

—Pedro, ¿no te preocupa que te relacionen con López Viejo? —preguntó Begoña un día, hojeando el periódico.

—Begoña, mi amor, yo soy intachable. En política, la memoria es corta —respondió Pedro, aunque por dentro temblaba.

## Capítulo 6: El Ascenso al Poder

A pesar de todo, Pedro llegó a La Moncloa. Presidente del gobierno, con Begoña como primera dama. Desde allí, dirigía el país con esa mezcla de carisma y postureo que lo había llevado tan lejos.

—Pedro, ¿no echas de menos Pozuelo? —le preguntó Begoña, paseando por los jardines de La Moncloa.

—A veces, Begoña. Pero este es mi destino —respondió él, mirando al horizonte como si fuera un póster electoral.

## Capítulo 7: El Giro Inesperado

El destino, sin embargo, tenía un as bajo la manga. Una investigación periodística destapó una red de corrupción que salpicaba a Pedro. Malversación, prevaricación, fraude, blanqueo… las pruebas eran demoledoras. El escándalo explotó como la caldera de Filomena, y la opinión pública pidió cabezas.

—Pedro, ¿qué hacemos? —preguntó Begoña, con la voz rota.

—No lo sé, Begoña, no lo sé —respondió él, sin su habitual seguridad.

## Epílogo: La Caída

Pedro acabó en Soto del Real, la misma cárcel que López Viejo. En su celda, reflexionaba sobre sus errores y su ambición. Begoña se encerró en Prado de Somosaguas, lejos de los flashes y los cotilleos.

En Somosaguas Park, los vecinos no daban crédito.

—Quién iba a decirlo, el Adonis en la cárcel —dijo Paqui, tendiendo la ropa.

—Y Rapunzel, sola en su torre —añadió Maruja, con una sonrisa cruel.

La vida seguía en Pozuelo. Los bancos del Ayuntamiento seguían allí, testigos de una historia que ya era leyenda. Y en las piscinas, nuevos vecinos tomaban el sol, ajenos al drama que había pasado entre esas paredes.

*Fin*

*Nota del autor:* Esta novela de humor negro mezcla sátira, exageración y crítica social para entretener a un público joven. Los vecinos de Pozuelo narran la vida de Pedro Sánchez y Begoña Gómez con un tono mordaz y absurdo, mientras se exploran temas como la hipocresía, la corrupción y el poder. Espero que os saque una sonrisa… o un escalofrío.